Esa chica había tenido un amigo de la infancia que le llevaba unos 8 años. Él la había enseñado a montar bicicleta. Siempre estaba con ella a pesar de la notoria diferencia de edad. Ella lo había tenido como un amigo incondicional. Ahora soñaba que se besaban con una pasión retenida por años, teniendo como ambiente de la ilusoria manifestación de afecto, la cocina de quién sabe qué casa. La imagen era tan real, que al despertar se sintió mal porque su inconsciente había producido tal escena en vibrantes colores. Luego del primer pensamiento culpable, sonrió, porque a pesar de todo, se halló contenta. Inevitable, tomando en cuenta que quizás nunca pase algo así, pero que al menos sucedió en el terreno donde no es posible controlar lo que ocurre, el de los sueños y sus inquietantes significados.
martes, 5 de junio de 2007
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